“Cuando yo nací, de la olma que se erigía en el centro de la plaza ya no quedaba ningún resto, y en su lugar crecía un terciado platanero.
A la existencia solo la salva el recuerdo.
Sé que su copa cobijaba cientos de pájaros y que su sombra congregaba a todos los vecinos, porque Vicente me lo ha contado. Que en los peldaños que rodeaban su tronco se apoyaba el escenario donde tocaba el tamboril y la gaitilla, y las jotas se bailaban a sus pies en el barro. Yo no ví el verdor de sus hojas ni la anchura de su tronco, pero cuando Sofía me relata cómo estiraban los brazos para intentar abarcarlo, casi que puedo llegar a imaginarlo.
A nuestra olma le entró el escarabajo y el verdor se le fue apagando. El tronco y las ramas se secaron. El pueblo es ahora su olma, le entró la despoblación y según merma su población su vida se le va apagando.” Paula, 2021.